martes, 26 de junio de 2007

Friquis o la búsqueda de la identidad



Si ponéis en un buscador la palabra inglesa freaky (“friqui” en español) podréis encontrar más de 12.700.000 entradas, su homónima española 4.960.000. A estas alturas será raro encontrar alguien que no haya oído nunca esta palabra. Sin duda alguna es uno de los anglicismos que más rápidamente se han incorporado a nuestro lenguaje y es fácil oírlo nombrar con frecuencia entre los jóvenes y no tan jóvenes. Este sustantivo deriva del verbo inglés freak, que significa anormal, raro, imprevisto; de hecho, aplicado a la naturaleza, su significado es persona, animal o cosa que no es físicamente normal, es decir, lo que conocemos como un ‘fenómeno de la naturaleza’, algo que se sale de la normalidad. Por eso, con este término se designan a aquellas personas que por su comportamiento, aspecto o pensamiento resultan raros, extraños, y se aplica también a aquél que se interesa desmesuradamente por un tema particular. Estas dos acepciones las hallamos unidas en los primeros “friquis”, que es como empezó a llamarse a los fanáticos de películas de “culto” como “Freaks”, “Metrópolis”,… que se dedicaban a coleccionar carteles, artículos y organizar encuentros para hablar de esas “extrañas” películas.

Hoy en día, podemos decir que el fenómeno “friqui” va en aumento. Los multitudinarios encuentros de personas disfrazadas de personajes de “La Guerra de las Galaxias” o “El Señor de los Anillos”, la pasión por vivir situaciones imaginarias en los juegos de rol, el auge de la ciencia ficción y lo fantástico en el cine y la literatura, nos hablan de una evasión de la realidad que si bien, en pequeñas dosis, puede ser necesaria y hasta buena, sin embargo, resulta enfermiza cuando se convierte en un “modus vivendi”, en una realidad ficticia en la que se entra por aburrimiento, aislamiento, inconformismo o lo que es más grave todavía por la falta de referentes reales sobre los que construir la propia vida.

Puede ser este fenómeno un modo de declarar la profunda insatisfacción hacia un mundo uniformado y tecnócrata, donde la productividad económica deshumaniza todo lo que toca y el pensamiento único se impone por encima de los individuos y su rica pluralidad. Pero, aún considerando esta premisa, no deja de ser por ello una huida, un modo falso de afrontar la frustración que la realidad produce.

La realidad no es negativa de por sí. Somos nosotros los que la hacemos negativa, somos nosotros los que le ponemos trabas a una vida que se nos ha dado para nuestra dicha. Sólo si la asumimos como tal y tratamos de transformarla desde la libertad y el amor, será posible encontrar nuestro sitio en la vida. Es en ese intercambio recíproco entre cada uno y ella donde encontraremos nuestra propia identidad. Y ya no tendremos necesidad alguna más de evasión, si acaso, para jugar y descansar un rato, y de nuevo volver a la hermosa tarea de construir la vida, la real, por supuesto.
Francisco J. Campos Martínez

lunes, 25 de junio de 2007

Un verano de aventura

Desde el pasado jueves por la tarde ha comenzado el período estival. Los niños, contentos por no tener que ir más a clase en varios meses, corretean y juegan alegres, o se preparan ante el monitor, ávidos de wii, playstation, xbox o similares. Seguro que lo hay, pero no conozco niño que no se alegre de que empiece el verano.

No puedo decir igual de sus mayores. Para muchos las vacaciones son un período complicado, y a veces hostil. Unas semanas donde el ritmo establecido se quiebra con resultados imprevisibles: encuentros familiares no deseados, desplazamientos “poco consensuados”, gastos que se multiplican… y hasta crisis matrimoniales.

Una serie de elementos que rompen la cansina, pero apacible rutina en la que muchos se desenvuelven. Dejamos cada uno la seguridad de “nuestro puesto”, para entrar en unos días de convivencia donde no hay papeles preestablecidos, y se vive un poco “a la aventura”. Para evitar esto hay quien planifica muy bien hasta el último minuto de sus vacaciones.

También hay quien se deja llevar por su corazón aventurero y aprovecha para pensar más en su familia y olvidarse de su tarea cotidiana. Hay quien gusta de emprender nuevos diálogos con viejos amigos y de abrir nuevas puertas a la relación familiar o matrimonial. Hay quien desea romper convencionalismos y compartir ideas, sueños, sentimientos… que en otro tiempo no hay ocasión de expresar. Un verano así es siempre distinto, sorprendente, también esforzado, pero siempre rico e ilusionante.

Manuel Quintana M.

domingo, 17 de junio de 2007

No hipotecar la propia vida

Hace ya bastante tiempo que en nuestro país tenemos suficiente nivel económico para que una gran mayoría subsista sin tener que pasar graves apuros. Pero, aunque hay quien holgadamente, también es cierto que son un gran número los que llegan con lo justo al final del mes. Hoy la alimentación, ropa, transporte… suponen un gasto importante en muchos presupuestos domésticos. Y, sobre todo la adquisición de una vivienda, se ha convertido en un problema difícil de resolver para muchas familias que comienzan.

Las soluciones a esta situación suelen acarrear un "coste" social o familiar importante: pluriempleo, reducción del número de hijos –no hay tiempo para educarlos ni medios para mantenerlos-, traslados por motivos laborales y posible alejamiento del núcleo familiar… Un coste humano a veces alto, que es factor determinante a la hora de organizar la vida familiar.

Además, nuestro estilo de vida consumista a menudo multiplica los gastos. No obstante, incluso optando por un estilo de vida austero, hay situaciones en las que solamente multiplicando la actividad laboral se pueden sufragar los gastos comunes.

En una situación como ésta, el trabajo centra fuertemente nuestra atención, y condiciona nuestro estilo de vida. Con frecuencia se encuentran familias sometidas a un ritmo en el que el tiempo no se distribuye en función de las relaciones humanas, sino de la productividad. Tanto es así, que resulta difícil que padres e hijos puedan pasar suficiente tiempo juntos. Más bien se tiende a que el tiempo de los hijos también sea productivo para ellos, multiplicando las actividades extraescolares de diversa índole que realizan.

Para otro tipo de relaciones sociales, o para un compromiso de tipo religioso queda aún mucho menos tiempo.

Podemos así perder de vista el sentido de la familia y de las relaciones humanas. Nos olvidamos de que aquello que nos hace más humanos no es cuantitativo en términos económicos, y que sin embargo es aún más necesario que el sueldo que nos sostiene. Olvidamos que el mayor capital que tenemos son las personas a las que amamos. Olvidamos que el mejor fruto que podemos recoger es una familia que permanece unida. Olvidamos que para educar bien lo más importante es pasar tiempo con los hijos. Y olvidamos que para que la familia perdure necesitamos mirar a un Dios cuyo mayor beneficio es velar por que la armonía y la paz sean el alimento cotidiano con el que se sostienen sus hijos. La fe en Él hace que no olvidemos el verdadero valor de cada cosa.

Manuel Quintana M


viernes, 15 de junio de 2007

Las relaciones humanas: nuestra auténtica riqueza

El Instituto Nacional de Estadística ha publicado las estadísticas del año 2005 sobre separaciones matrimoniales, divorcios y nulidades. Es un año de especial interés porque entró en vigor la reforma conocida como divorcio express, contabilizándose 72.848 disoluciones matrimoniales, un 42,91% más que el año anterior, mientras las separaciones cayeron un 21,55% y las nulidades un 14,72%.

Gráficos: Bitácoras Jurídicas

Compartiréis conmigo que un elevado número de rupturas matrimoniales es indicador de una sociedad donde la falta de compromiso, de fidelidad y corresponsabilidad predominan en la mayoría de las relaciones interpersonales. Expresa una marcada incapacidad para afrontar dificultades en común, una falta de diálogo verdadero y una elección de vida basada en el imposición del YO frente al otro, con la pretensión de salvaguardar una idea de libertad individual adulterada y hecha a nuestra medida. Tenemos a nuestro alcance todo tipo de recursos que nos hacen sentirnos ficticiamente dichosos. El trabajo, la familia, la persona, la educación, sólo son un medio para la consecución de nuestros fines. Hemos convertido las relaciones humanas en un trato "mercantil", donde intercambiamos al mismo nivel bienes materiales, emociones, sentimientos….Hemos construido una sociedad amparada en el imperio del bienestar, en la que no podemos estar-bien de forma duradera con nadie…. ¿No es un contrasentido? ¿Es esta la naturaleza genuina del hombre? ¿Dónde esta nuestro verdadero hogar?

Si tuviéramos que construir nuestra biografía, nos daríamos cuenta que el guión de la misma se iría llenando de personas concretas junto a las que hemos vivido infinidad de experiencias de todo tipo… Así es nuestra historia, desde que nacemos tratamos de vincularnos a los demás porque necesitamos comunicar con transparencia nuestra existencia a alguien y necesitamos para ello de un marco estable, donde poder construir un hogar, una amistad sincera, una familia verdadera mediante el compromiso responsable y libre. El estímulo que inspira y sostiene estas realidades humanas es el amor. Cuando amamos y nos entregamos a fondo perdido a los demás, somos capaces de comprender toda nuestra historia, la historia del otro y fundirlas en una misma narración no sujeta a esquemas de espacio y tiempo. ¿Cómo podemos crear este tipo de relaciones?, ¿Cómo superar el miedo al fracaso? Estableciendo en primer lugar una sincera y honesta relación con el Autor que sustenta y da sentido a nuestra historia. Él es el Amor que espera en el interior de cada hombre a que le dejemos transformar y recrear este mundo; es el Eterno que impregna de eternidad nuestras obras temporales. Si cada vez que nos encontramos con un amigo, con nuestra esposa, con nuestros hijos, con nuestros compañeros… somos expresión de esta RELACIÓN, recuperaremos la confianza en los demás y en nosotros mismos, y nos sentiremos dichosos porque estamos viviendo en plenitud.

Manuel F. Fajardo Rodríguez

sábado, 2 de junio de 2007

“La vida de los otros” de F. H. von Donnersmark

Hace unos días pude disfrutar de esta excelente película alemana. Os invito a verla, pues aún está en algunos cines. Es una película formalmente austera, pero de gran profundidad, que no te deja indiferente. Fue galardonada como Mejor Película de Habla No Inglesa en los pasados Premios Oscar.


Comienza en 1984, año cargado de simbolismo, ya que sirvió a G. Orwell para titular su libro 1984, en el que presenta una realidad semejante a la que describe el director de esta película: una dictadura totalitaria que controla sin límites la vida íntima de los ciudadanos.
El filme se desarrolla en la antigua Alemania del Este (RDA). Está basada en la historia oscura de la Stasi o Ministerio para la Seguridad del Estado. Este servicio de espionaje fundado en 1950, fue considerado uno de los más poderosos y efectivos de la época, dada su alta efectividad a la hora de eliminar todo lo que pudiera desestabilizar al régimen socialista. Todo tipo de disidentes políticos, intelectuales y artistas eran objeto de su control, formando con sus nombres verdaderas listas negras.
La trama comienza cuando un capitán de la Stasi recibe el encargo, de su corrupto superior, de espiar a un reconocido escritor sumiso al sistema, pero que tantea amistades con disidentes intelectuales del mundo del teatro. En este vigilante se crea un vínculo afectivo hacia el escritor y su novia, una famosa actriz, y hace experimentar al espectador la tormentosa sensación de tener que optar entre la fidelidad a un sistema implacable, o jugarse el tipo por esa nueva realidad que descubre, que le sorprende e ilusiona profundamente.
El ansia de poder corrompe hasta límites extremos a los líderes de la Stasi. No dudan en infundir miedo mediante represión o amenaza y, si es necesario, levantar falsas sospechas sobre sus enemigos. En esta situación asfixiante, los tres protagonistas van creciendo en integridad personal y en confianza en sí mismos. Dejan de someter sus aspiraciones más humanas a los límites impuestos por el estado opresor. Nace en ellos una nueva esperanza cuando comienzan a arriesgarse por amor.
Para terminar, me gustaría concluir con palabras del propio director, que nos ayudan a descubrir la intencionalidad de la cinta: ".... La vida de los otros, desarrolla la capacidad de los humanos de hacer lo correcto, sin que importe lo lejos que se hayan adentrado por los senderos equivocados..."
Manuel F. Fajardo Rodríguez

"Suite Francesa", de Irène Némirovski

Aconsejo a los lectores del blog este libro que he leído recientemente y que me ha conmovido bastante, tanto por la trágica vida de su autora, Irène Némirovski, como por la desgarradora historia que cuenta.
La obra, ambientada en la invasión nazi de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, consta de dos partes. En la primera, titulada Tempestad en Junio, Némirovski narra el éxodo sufrido por los parisinos durante la ocupación alemana. Es el relato desgarrador de una situación real sufrida por miles de personas, entre ellas la autora, y en el que de un modo magistral se nos muestra la realidad contradictoria del ser humano, lo mejor y lo peor de éste, que especialmente aflora en las situaciones límites de muerte y penuria.
La segunda parte, Dolce, es el relato vibrante de la convivencia en un pequeño pueblo francés entre invasores e invadidos. En medio de la guerra parece posible el amor y la amistad. Así parece serlo para la protagonista de esta segunda parte, una mujer francesa que se enamora de un joven soldado alemán.
La fuerza de esta obra, que su autora concibe como una gran sinfonía humana, al modo de Guerra y Paz, reside en la trágica experiencia de vida que ella misma tuvo. Nacida en Kiev en 1903, tuvo que abandonar Rusia tras la revolución de 1917. Su familia, judía y adinerada, se estableció en París en 1919, donde ella recibió una exquisita educación. Se licenció en Letras en la Sorbona. En 1929 envió su primera novela, David Golder, a una editorial. Temiendo el rechazo no incluyó ni el nombre ni su dirección. El editor tuvo que publicar un anuncio en la prensa para poder conocer al autor de aquella obra brillante. Era el comienzo de una exitosa carrera literaria, que en pocos años la convertiría en una escritora de prestigio. Pero la Segunda Guerra Mundial cambió radicalmente su vida. El 13 de julio de 1942 fue detenida por los gendarmes franceses y enviada a Auschwitz, donde murió asesinada el 17 de agosto. Su marido fue deportado tres meses después y también murió en Auschwitz. Las dos hijas del matrimonio sobrevivieron escondidas, gracias a los desvelos de sus tutoras.
No menos sorprendente fue el camino seguido por Suite Francesa hasta llegar a ver la luz. Se hallaba escondida en la maleta que portaban las dos hijas huérfanas de Iréne en su continua escapada de los gendarmes del régimen colaboracionista de Paris. Su hija Denisse que la salvó no se atrevía a abrir el manucristo, le bastaba mirarlo, pues una vez que intentó leerlo le resultó muy doloroso su contenido. Pasaron los años y con el tiempo, será la otra hija, editora de profesión, la que dará el paso de rescatarlo del olvido y donarlo a una institución para su publicación.
Espero que os animéis a leer esta impresionante novela que a mí me ha cautivado y que espero os cautive también a vosotros. Merece la pena.