domingo, 24 de enero de 2010
EN CAMINO CON LA PALABRA - Ciclo C: T. Ord. 3º
miércoles, 20 de enero de 2010
Sufrir, ¿para qué?
Quizás se nos ha olvidado la frase de Jesús: “En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere produce mucho fruto” (Jn 12, 24), y nos hemos quedado vacíos y solos, y por eso solo vamos hacia delante, sin mirar atrás, sin pensar, intentando por todos los medios evitar cualquier sufrimiento.
lunes, 18 de enero de 2010
¿Quién juega con nuestros hijos?
Generación tras generación se ha tratado de favorecer el juego espontaneo del niño, y lo hemos ido acompañando en la convergencia de las dos realidades en las que se halla inmerso: la suya interior imaginaria y la del mundo exterior “de los adultos”. Pero a veces, en gran medida como consecuencia del ritmo acelerado de vida que llevamos, nuestro papel educador ha descuidado estos elementos, y hemos dejado reducido el juego a satisfacer el capricho del niño y mantenerlo entretenido durante un tiempo. Si este último planteamiento es el que nos hacemos al regalar un juguete al niño, el niño es el que manda, y ya sabemos, ellos lo quieren todo, y así están las estanterías…. En muchos casos, el miedo a la frustración del niño si no consigue lo que quiere, o la derivada por la comparación con sus semejantes, así como, la superprotección de familiares dispuestos siempre a complacer al niño para que “tenga todo lo que nosotros no hemos podido tener”, han sumergido al niño en la misma corriente consumista en la nos movemos los adultos. A veces da la impresión que nuestras frustraciones no resueltas, las quisiéramos sanar en nuestros hijos, y lo que generamos es una continuación de las mismas, ya que el niño se convertirá en un ser inmaduro e insatisfecho, repitiéndose así la cadena.
“Los juegos de los niños deberían considerarse como sus actos más serios”, decía Montaigne. Nuestra compañía es fundamental para que esta maduración sea equilibrada y constructiva. Sin ella el niño se pierde entre sus caprichos y se encuentra desprotegido a merced de un mercado que nunca satisface su apetito.

Manuel F. Fajardo Rodríguez
sábado, 16 de enero de 2010
EN CAMINO CON LA PALABRA - Ciclo C: T. Ord. 2º

jueves, 14 de enero de 2010
¿POLÍTICA?, ¡NO GRACIAS!
La fantástica película Amazing grace está basada en la vida del parlamentario británico William Wilberforce pionero en la lucha contra la esclavitud en el siglo XVIII y cuyos ideales lo enfrentaron a algunos de los hombres más poderosos de la época. Es un aldabonazo a esa forma de pensar y actuar que nos margina y nos saca fuera de la vida pública, terreno donde estamos llamados a defender los derechos de los más débiles.
Os aconsejo vivamente esta película que recibe su nombre de un famoso himno litúrgico muy conocido en el ámbito de las comunidades cristianas angloparlantes. «Amazing grace» (en español: «Sublime gracia»). Pasaréis un buen rato y descubriréis un personaje que es todo un ejemplo para todos los cristianos, y también para nuestra clase política.
martes, 12 de enero de 2010
El Paraíso, día a día

sábado, 9 de enero de 2010
EN CAMINO CON LA PALABRA - Bautismo del Señor

EN CAMINO CON LA PALABRA - Fiesta de Epifanía
El mundo de los gentiles no es ya un mundo marginado. Más bien diría que ser creyente, ser religioso, es lo que hoy aparca a algunos y los saca de la carrera del progreso y de la cultura moderna. Como si cultura y progreso fueran casi equivalentes de agnosticismo o increencia. Así las cosas, no parece en principio un avance el que Dios se haya querido revelar con el nacimiento de Jesús también a los gentiles, a los que quedaban prácticamente excluidos de los planes salvíficos de Dios, según el parecer de la casta religiosa.
viernes, 8 de enero de 2010
Había una vez un circo...
Hace unos días me encontré con este sugerente cortometraje protagonizado por Eduardo Verástegui y Nick Vujicic. El vídeo ha ganado el primer premio del concurso de cortos “The Doorpost Film Project" que reconoce su aportación a la promoción de valores como la esperanza y la dignidad humana. Aunque en mi opinión destacan más otros como el perdón, la humildad, la alegría, la libertad, la redención y la fuerza de voluntad. Valores perdidos en una sociedad etiquetada, en la que si no das la talla no eres nadie.
jueves, 7 de enero de 2010
Pasó la Navidad: ¿Y ahora qué?
Después de celebrar la Epifanía y de agotar los últimos cantos de villancicos, hay que desvestir el árbol, deshacer el Belén y guardarlo, y al hacerlo parece que bajáramos del tren tras un estupendo viaje, dejando lo mejor atrás y aceptando con resignación la realidad presente. ¿Y ahora qué?

Me asaltaba esta inquietud porque, como decía antes, estos días hemos tenido muy presente la cercanía de Dios y, a través de las celebraciones litúrgicas que hemos festejado en la parroquia y de las personas con las que he compartido estos días, he redescubierto de una manera nueva mi relación con Él.
Si bien durante el año tratamos de responder a las inquietudes que suscita la fe, uno cae, como en otras tantas facetas de nuestra vida, en la rutina y repites muchos ritos para estar junto a Dios, pero a la vez piensas que las cosas prácticas no las soluciona nadie, ni siquiera Dios, y no dejas que entre en tu vida sin reservas hasta aterrizar a lo más concreto. A veces descuidamos la relación con este Dios y Hombre que está siempre a las puertas de nuestra casa esperando que abramos los pestillos que el miedo o el orgullo sugirió cerrar un día. Nos sentimos seguros de su protección, sabemos que podemos contar con Él en las dificultades e incluso nos sentimos agradecidos por los dones que nos hace llegar, pero nos olvidamos de cultivar activamente la relación personal con Él. No basta con adorarlo, y reconocer su gloria y grandeza, eso lo dejaría otra vez lejos allá arriba rodeado de misterio. Hay que bajarlo de las alturas y devolverle al pesebre terrenal para que pueda nacer y renacer en el interior de cada hombre y en la relación con las personas que nos rodean, cada día del año, para que pueda participar en cada resquicio de nuestra existencia y renovarla.
Por eso es importante que al volver al quehacer diario, actuemos de forma tal que nuestro proceder sea expresión de la Luz que hemos redescubierto estos días, expresión de esa relación personal y familiar con Dios, y para eso es necesario que dejemos de presentarnos cada uno como protagonista de su vida dejando su huella caprichosa en lo que hace, y nos mostremos en todo momento a los demás como hijo de Dios que participan junto a sus hermanos de esta gran familia humana y divina que trata de llevar claridad y naturalidad a este mundo.
martes, 5 de enero de 2010
Sin noticias de ti

El mundo de internet, del SMS, de las redes sociales, etc., se ha convertido en un arma de doble filo. Con todo lo bueno que tiene, viene a camuflar también la necesidad de comunicarnos a los demás con posibilidades bastante engañosas. Sin darnos cuenta podemos caer en la trampa de creer que por utilizar mucho los medios de comunicación ya estamos comunicados, y nada más lejos de la realidad.
Sin duda que no es fácil encontrar interés, respeto, sinceridad, compromiso, en la relación con las personas, pero si no la ofrecemos nosotros no tenemos derecho a quejarnos por ello. Son los pilares básicos sobre los que se constituye una comunicación auténtica y satisfactoria. Esta abundancia de medios nos facilita mucho el intercambio de información pero puede distraernos de lo verdaderamente esencial: entablar una comunicación profunda de nosotros mismos. Y aunque eso nos atrae y lo necesitamos, me temo mucho que nos da miedo entrar en ese tipo de diálogo, como si el hablar de nuestras necesidades más profundas y reales pudiera comprometernos en exceso, dejarnos desnudos ante el otro. Es algo tan comprometido y serio que incluso muchas personas parecen haber renunciado a ello para siempre. ¡Y no saben lo que se pierden!
Si hay algo humano y liberador, algo que nos llene de verdadera felicidad, es poder compartir con alguien lo que realmente somos, sin disimulos ni engaños. Mucho más si ese alguien es un ser querido y cercano. Silenciar nuestras inquietudes, acallar nuestros sentimientos, reprimir nuestros deseos, a nadie puede dejar satisfecho. Cuando actuamos así, antes o después nos sentimos solos, vacíos, porque acabamos recluidos en la solitaria isla de nuestro yo, y allí realmente no hay mucho de lo que llenarse. De este peligro no estamos libres nadie y basta, para comprobarlo, echar un vistazo a la calidad de la comunicación entre padres e hijos, en la vida de pareja, en las pandillas de amigos. Podemos estar rodeados de gente todo el día, estar aparentemente “comunicados”, pero cuando no hay verdadera comunión, uno acaba preguntándose: ¿A quién le importo realmente? ¿Quién me conoce de verdad? ¿Con quién cuento para siempre y sin condiciones? La soledad e insatisfacción de la incomunicación están extendidas entre nosotros mucho más de lo que podemos imaginarnos.
Por eso es importantísimo atreverse a romper moldes y entrar con los demás en un recíproco darse, creyendo incondicionalmente en que la gratuidad y el amor es lo que me hace profundamente persona. Estos días de Navidad celebramos que «la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros». Esa Palabra es Dios mismo. Él ha entrado en nuestra historia desde la desnudez y la humildad de un niño para interesarse por nosotros y mostrarnos el camino de la verdad. Una verdad que nos descubre las falsedades de nuestro mundo y nos abre a lo mejor de nosotros mismos. No estamos hechos para el individualismo ni el engaño por mucho que nos empeñemos en practicarlos. Cada uno de nosotros ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, es decir, creado para un permanente diálogo de amor. Por eso, si hemos encontrado alguien con quien vivir así no lo desaprovechemos, sigamos creciendo, y si son muchos, tanto mejor, y si alguien aún busca con quien entablar ese diálogo, desde este blog, desde esta Parroquia de San Juan Mª Vianney, que cuente con nosotros, podemos intentarlo juntos, seguros de que la palabra, cuando nace del amor, engendra vida, mucha vida.
lunes, 4 de enero de 2010
Encuentro con inmigrantes
Son ya varios años los que llevamos conociéndonos. La parroquia ha sido el lugar que ha servido de punto de encuentro durante todo este tiempo. Muchos de los inmigrantes que se han acercado a esta parroquia lo han hecho pidiendo ayuda por distintos motivos, y hemos tratado de responder a estas necesidades con ayuda alimenticia, asesoramiento y orientación siguiendo de cerca sus problemas, búsqueda de empleo, entrega de ropa… y sobre todo y esencialmente, con una sincera acogida abierta a la relación fraternal. Otro grueso de estos inmigrantes, los hemos conocido por su participación en las distintas celebraciones y actividades que se desarrollan habitualmente en la parroquia.
En todos estos años se ha creado de manera natural una amistad entre estos inmigrantes y la comunidad parroquial, que va mas allá de las ayudas concretas que ofrecemos para solventar las dificultades inmediatas que les apremian. Se ha ido expresando un verdadero interés por conocernos sin que la cultura, la religión o la tradición sea un obstáculo para el acercamiento, sino todo lo contrario, un regalo para el otro de lo mejor de nosotros mismos.
Dos grupos integrados por mujeres ecuatorianas de distintas edades, nos recrearon con unos vistosos bailes, vestidas con trajes típicos de sus regiones. El público disfrutó mucho con las actuaciones y así se lo mostraron con sus largos aplausos.
Posteriormente, merendamos con un chocolate, dulces y bizcochos que la comunidad parroquial había preparado y con manjares tradicionales de Ecuador y Marruecos que trajeron los participantes. Es de destacar el esfuerzo realizado por estas personas, ya que en muchos casos prepararon estos platos con los alimentos que habían recibido como ayuda.
En algún momento de la tarde tuve presente el evangelio de ese domingo, la Visitación de Maria a su prima Isabel, el encue ntro de dos realidades aparentemente distintas, que se hace gozoso al descubrir que es una misma obra de Dios.
La despedida fue un “hasta luego”. Contentos por la convivencia, muchos mostraron su interés por volver a encontrarnos pronto.
Manuel F. Fajardo Rodríguez