Desde el pasado jueves por la tarde ha comenzado el período estival. Los niños, contentos por no tener que ir más a clase en varios meses, corretean y juegan alegres, o se preparan ante el monitor, ávidos de wii, playstation, xbox o similares. Seguro que lo hay, pero no conozco niño que no se alegre de que empiece el verano.
No puedo decir igual de sus mayores. Para muchos las vacaciones son un período complicado, y a veces hostil. Unas semanas donde el ritmo establecido se quiebra con resultados imprevisibles: encuentros familiares no deseados, desplazamientos “poco consensuados”, gastos que se multiplican… y hasta crisis matrimoniales.
Una serie de elementos que rompen la cansina, pero apacible rutina en la que muchos se desenvuelven. Dejamos cada uno la seguridad de “nuestro puesto”, para entrar en unos días de convivencia donde no hay papeles preestablecidos, y se vive un poco “a la aventura”. Para evitar esto hay quien planifica muy bien hasta el último minuto de sus vacaciones.
También hay quien se deja llevar por su corazón aventurero y aprovecha para pensar más en su familia y olvidarse de su tarea cotidiana. Hay quien gusta de emprender nuevos diálogos con viejos amigos y de abrir nuevas puertas a la relación familiar o matrimonial. Hay quien desea romper convencionalismos y compartir ideas, sueños, sentimientos… que en otro tiempo no hay ocasión de expresar. Un verano así es siempre distinto, sorprendente, también esforzado, pero siempre rico e ilusionante.
Manuel Quintana M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario