miércoles, 10 de febrero de 2010

HACIA UN CONCEPTO INTEGRAL DE SALUD (I)

La salud es un pilar fundamental en nuestra vida, tiene el privilegio de protagonizar, junto con el dinero y el amor, la mayoría de los deseos que hacemos y esperamos para el nuevo año que entra. Sin embargo, el concepto de salud es algo discutible y discutido. Ni siquiera en el ámbito sanitario está definido con claridad. De ahí los esfuerzos que desde la OMS y desde los distintos colectivos sanitarios se busque un concepto común y clarificador. No olvidemos que la atención sanitaria tiene como objetivo principal la consecución de la salud, y para ello se debe tener claro en qué consiste. Es pues, un debate donde todos podemos y debemos participar, especialmente si estamos vinculados a la profesión sanitaria. La adquisición de conductas saludables en la sociedad y la buena práctica sanitaria dependen de una interpretación acorde a su verdadera naturaleza.

Si echamos la vista atrás, podemos comprobar que los clásicos no tenían especiales dificultades en alcanzar una idea clara de lo que es la salud. La palabra latina salus ya les daba idea de su significado. Nosotros debemos retroceder a la etimología para alcanzar lo que era evidente para ellos. Salus y salvatio, (en latín la U y la V, eran una sola letra), significan “estar en condiciones de poder superar un obstáculo”. De aquí se derivan sus equivalentes castellanas: salud y salvación. El término castellano “salvarse” incluye el significado original de “superar una dificultad. Si partimos de este significado, salud es el hábito o estado corporal que nos permite seguir viviendo (que implica, por ejemplo, .mantener nuestra identidad individual para relacionarnos “homeostáticamente“ con el medio, y la posibilidad de reproducción para perpetuar la especie), superando las dificultades del medio. Puede ocurrir que el funcionamiento normal de cualquier ser vivo puede estar alterado, sin poner en peligro la vida, y esto genere molestias o dificultades para el desarrollo normal de su actividad. Es por esto, que la salud incluye un cierto grado de bienestar físico, y de agrado en la actividad que es necesaria para vivir (bienestar psicológico); sin embargo, la salud no es bienestar. Más bien, el bienestar es, en cierta medida, una parte de la salud, es decir, es uno de los medios necesarios para poder seguir viviendo.

En el caso del hombre, seguir viviendo, no es sólo poder mantener la vida biológica, reproducirse o tener un cierto grado de bienestar suficiente para estos fines. Es, y de modo igual o más importante, poder actuar con su inteligencia y voluntad, llevando a cabo actividades que no pueden realizar los animales: trabajar, estudiar, etc. La salud que podríamos llamar meramente animal está en el hombre al servicio de actividades más altas: es un bien instrumental para la actividad espiritual. Así, se puede dar la situación paradójica de que, examinada la vida humana desde el punto de vista meramente animal, no exista salud y, sin embargo, considerada desde el punto de vista humano, sí que pueda decirse que la hay. Así, una persona que carezca de capacidad para reproducirse, o que tenga algunas alteraciones físicas o psicológicas puede, en muchas ocasiones, desarrollar su vida normalmente. Sirva como ejemplo, la típica expresión “Vamos tirando, con los achaques propios de la edad, pero no podemos quejarnos”.

Gracias a Dios, esto es así. Cuando nos olvidamos de esto, el hombre se “animaliza”, funciona únicamente por instintos y el mundo se convierte en una gran selva donde todo es una amenaza a mi supervivencia. En este contexto, solo sobreviven los más fuertes, y aquellos discapacitados que gozan de menos salud, se convierten en un lastre y hay que dejarlos en el camino. Por descabellado que parezca este razonamiento, existen corrientes filosóficas que desdibujan el umbral que separa a los hombres de los animales. Sirva de ejemplo el filósofo utilitarista Peter Singer. Para los seguidores de esta corriente utilitarista (Vease, por ejemplo Proyecto Gran Simio) se podría justificar la investigación con embriones humanos, la eutanasia y la eugenesia, además de la implantación de un rígido control demográfico. En Singer parece que lo importante es que se salvaguarde del dolor, del proceso del dolor, a los seres que pueden descubrirlo. Singer, llegó a expresar que «es más valioso un cerdo adulto que un bebé humano» o que «en un incendio, salvaría antes a un ratón que a un hombre con un daño cerebral irreversible».

No olvidemos, además, que el hombre privado de su espiritualidad y reducido a lo meramente biológico, es fácilmente manipulable y de esto ha dado buena cuenta la historia, como ejemplo pongamos los regímenes totalitarios comunistas y fascistas… pero esto es “harina de otro costal”.

Manuel F. Fajardo Rodríguez

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Está genial esta reflexión. Es cierto que reducimos la salud a meras funciones biológicas y dejamos de lado lo humano. Deberiamos plantearnos nosotros mismos y la sociedad en general, que para gozar de una buena salud también es necesario ser capaces de seguir transmitiendo valores humanos y espirituales a los de nuestro alrededor aunque nuestro cuerpo esté para el arrastre y no sirva para "nada", porque esa buena salud no sólo se queda para la persona que transmite, sino que se transmite y mejora la salud de los demás ¿no?

Manuel Fajardo dijo...

Anónimo: estoy de acuerdo contigo. Nos hemos acostumbrado a buscar la salud como un estado de bienestar personal, y eso es un pozo sin fondo que no nos satisface nunca. Pienso que cuando logramos vivir "hacia fuera" motivados por unos valores humanos y espirituales, buscando un equilibrio entre mi vida y la de los demás, se vive en armonia, SALUDABLEMENTE. Es contagioso, por supuesto, porque nos abre a una vida creativa que si nos satisface.