Sabemos cómo llegar a la luna, cómo comunicarnos al instante con cualquier lugar del mundo, cómo sanar enfermedades que no hace mucho eran incurables… ¿pero sabemos vivir? Sí, vivir la vida normal, la cotidiana, la que nos exige cada día tomar esas pequeñas o grandes decisiones que al final son las que nos llenan de paz o de angustia, de ilusión o desesperanza.
Bastaría con girar la cabeza a nuestro alrededor, o tal vez con dirigir la mirada hacia uno mismo y nos daríamos cuenta enseguida de que el esplendor de este frágil tesoro que es la vida con frecuencia se ve empañado de sinsabores, sinsentidos e insensateces que unas veces nos rodean y otras salen de nosotros mismos.
Vivimos en un mundo de lo parcial, lo subjetivo. Cada uno actúa como se le ocurre, pero sin preocuparse demasiado de si habrá una lógica subyacente en medio de todo este devenir. Así se nos vuelve cada vez más imposible educar o corregir, porque lo que yo estimo que no es bueno, tal vez para otro sí lo sea, y viceversa. Sin darnos cuenta, en aras de esta falsa libertad, cada vez caen más verdades comunes, y se crean cada vez más verdades parciales (“mi” verdad), que ni satisfacen humanamente, ni producen aquello que la auténtica verdad genera: el encuentro y la comunión.
¿Y en qué consiste este “proceder con sabiduría”? A comprender esto es a lo que trata de ayudarnos esta perla de la cultura judeo-cristiana que reúne dichos y refranes recopilados durante siglos, y que conocemos como el Libro de los Proverbios. No tiene otra intención que la de mostrarnos cómo alcanzar una vida en plenitud y con el menor número de sobresaltos.
Ciertamente habrá que tener en cuenta en su lectura la gran distancia temporal y cultural que nos separa del ambiente en que se generaron aquellos dichos. No obstante, aquel que sepa despojarse de prejuicios al mismo tiempo que hace una lectura crítica, encontrará en ellos abundantes sugerencias y estímulos para adquirir aquel al que llaman muchos “el menos común de los sentidos”.
Me gustaría en este blog compartir con el que lo desee la lectura de algunas de estas perlas de nuestra tradición. Para comenzar les dejo con una que puede servir de clave para el resto: “el principio de la sabiduría es el temor del Señor” (Prov 1,7). Es decir, que para “saber vivir”, es necesaria la reverencia, respeto y amor a Dios.